Salvador Illa le cuenta a Carles Puigdemont que ya roza la sesentena y que le gusta mucho correr. El expresident, por su parte, le dice al jefe del Govern que él ya va camino de los 63 y que tiene una bicicleta elíptica en casa. A su alrededor, en una pequeña sala de la delegación de la Generalitat en Bruselas, más de una decena de fotógrafos y cámaras trabaja para captar uno de los momentos que marca el inicio del año político y, posiblemente, de la legislatura. Aún es pronto para medir las consecuencias del apretón de manos de este martes entre uno de los puntales del presidente Pedro Sánchez y el líder de Junts por Catalunya, pero de entrada corona la apuesta socialista por restituir la normalidad institucional en Cataluña perdida durante la década del procés.
El líder socialista catalán y el expresident se reúnen en Bruselas durante una hora y media
El líder socialista catalán y el expresident se reúnen en Bruselas durante una hora y media


Salvador Illa le cuenta a Carles Puigdemont que ya roza la sesentena y que le gusta mucho correr. El expresident, por su parte, le dice al jefe del Govern que él ya va camino de los 63 y que tiene una bicicleta elíptica en casa. A su alrededor, en una pequeña sala de la delegación de la Generalitat en Bruselas, más de una decena de fotógrafos y cámaras trabaja para captar uno de los momentos que marca el inicio del año político y, posiblemente, de la legislatura. Aún es pronto para medir las consecuencias del apretón de manos de este martes entre uno de los puntales del presidente Pedro Sánchez y el líder de Junts por Catalunya, pero de entrada corona la apuesta socialista por restituir la normalidad institucional en Cataluña perdida durante la década del procés.
La cita, oficialmente, culmina la ronda de encuentros protocolarios que Illa comenzó con sus antecesores en el cargo que están en activo. En su día, la decisión del president de obviar al también diputado del segundo partido en el Parlament fue vivida en las filas de Junts como un agravio de grandes proporciones. Oficiosamente, el encuentro es un gesto de reconocimiento político a Puigdemont, que llega en un momento en que el Gobierno necesita asegurarse que la suma de partidos que permitió la investidura de Pedro Sánchez no se desmoronará.
El tono institucional, precisamente, es el que ha dominado toda la cita. El encuentro, solicitado por Illa hace unos días y tras más de un año en el cargo, se ha celebrado en la sede del Gobierno catalán en Bruselas, a pocos pasos del edificio principal de la Comisión Europea. No ha sido el único detalle deliberadamente neutro: la foto oficial ha sido delante de una pared de la segunda planta donde está el escudo de la Generalitat y después del enérgico apretón de manos han pasado a una sala con dos sillas flanqueadas por ficus y las persianas bajadas. Ni una bandera.
Es la tercera que vez que Illa visita la capital europea y en las otras dos no hubo ni amago de reunión. Esta vez, había defendido el propio jefe del Govern en una entrevista a Catalunya Ràdio, sí lo hacía porque “ya tocaba” y “para enviar el mensaje de que en democracia el diálogo es el motor”. Antes de ser president, el socialista incluso criticó al entonces jefe del Gobierno catalán Quim Torra por visitar a su antecesor en la ciudad donde buscaba evadir la acción de la justicia tras el procés. Pero como ha ocurrido con la amnistía, donde el líder socialista ha pasado de la crítica rotunda a la defensa acérrima, el giro copernicano se justifica en pos avanzar hacia la normalización política institucional tras el órdago de 2017.
La foto de este martes, de alguna manera, sella esa apuesta por el sosiego compartida por Sánchez a Illa. Esa ha sido una pieza dentro del relato de ambos. Y a Puigdemont, pendiente de que antes de fin de año el Tribunal Constitucional resuelva sus recursos sobre la amnistía, lo entroniza como representante político que no se puede ignorar. En una lectura catalana de la imagen, Illa también da un paso más para conquistar la ansiada centralidad política.
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Sobre la firma

Reportero de la sección de Nacional, con la política catalana en el punto de mira. Antes de aterrizar en Barcelona había trabajado en diario El Tiempo (Bogotá). Estudió Comunicación Social – Periodismo en la Universidad de Antioquia y es exalumno de la Escuela UAM-EL PAÍS.
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