Francisco Garzón Amo, el maquinista del Alvia accidentado en la curva de A Grandeira (barrio de Angrois, a la entrada de Santiago) hace ya 12 años (el pasado 24 de julio), asegura que se siente “perdonado” por “muchas víctimas” aunque “no se puede generalizar nunca”. “[El tren] lo llevé yo, pero podía haberlo llevado otro. Me tocó a mí la china”, zanja en el programa Salvados de La Sexta, emitido ayer domingo. El piloto del tren de la tragedia ferroviaria sostiene en su conversación con Gonzo lo dicho hasta ahora por él en sus escasas declaraciones públicas (el juicio y una comisión de investigación) y vuelve a romper su silencio en la entrevista que, por primera vez, ha concedido a un medio. El maquinista, con 64 años cumplidos, se enfrenta tras la sentencia a dos años y medio de prisión, los mismos a los que ha sido condenado Andrés Cortabitarte, jefe de seguridad de Adif en 2013, por el siniestro que se cobró 80 vidas y causó 144 heridos, uno de los peores de la historia de España. Garzón ha reconocido que se siente “muerto en vida” pese a saber que cuenta “con el perdón de muchas víctimas”. “A lo mejor yo no perdonaría, pero me siento perdonado”, reflexiona, aunque puntualiza: “No se puede generalizar”.
Francisco Garzón, condenado a dos años y medio junto a Andrés Cortabitarte, asegura que se siente perdonado y no tiene “miedo a nada” salvo por su madre, “que es ya mayor”
Francisco Garzón Amo, el maquinista del Alvia accidentado en la curva de A Grandeira (barrio de Angrois, a la entrada de Santiago) hace ya 12 años (el pasado 24 de julio), asegura que se siente “perdonado” por “muchas víctimas” aunque “no se puede generalizar nunca”. “[El tren] lo llevé yo, pero podía haberlo llevado otro. Me tocó a mí la china”, zanja en el programa Salvados de La Sexta, emitido ayer domingo. El piloto del tren de la tragedia ferroviaria sostiene en su conversación con Gonzo lo dicho hasta ahora por él en sus escasas declaraciones públicas (el juicio y una comisión de investigación) y vuelve a romper su silencio en la entrevista que, por primera vez, ha concedido a un medio. El maquinista, con 64 años cumplidos, se enfrenta tras la sentencia a dos años y medio de prisión, los mismos a los que ha sido condenado Andrés Cortabitarte, jefe de seguridad de Adif en 2013, por el siniestro que se cobró 80 vidas y causó 144 heridos, uno de los peores de la historia de España. Garzón ha reconocido que se siente “muerto en vida” pese a saber que cuenta “con el perdón de muchas víctimas”. “A lo mejor yo no perdonaría, pero me siento perdonado”, reflexiona, aunque puntualiza: “No se puede generalizar”.
Garzón cree que inmediatamente, tras el accidente, fue elegido como chivo expiatorio y que antes de bajar del tren ya se habían difundido su foto y su nombre. “¿Quién filtró todo eso?“, se pregunta. Pese a esa supuesta campaña para descargar todas las culpas en su persona, “no deja de ser un accidente por falta de medidas de seguridad que me protegieran a mí y a las víctimas”, recuerda, y asegura que es por esa razón que ha aceptado hablar ahora, y no a través de su abogado, en un medio. “Tengo la conciencia tranquila, no tengo miedo a nada, pero quiero que se sepa todo, que haya justicia”, dice en una charla en la que por veces se ve emocionado. Lo único que le preocupa, como siempre han recalcado los compañeros de este trabajador de Renfe nacido en Monforte (Lugo), es su madre. Ya poco después del accidente estaba enferma y ahora, además, “es ya mayor”.
Fue, precisamente, en presencia de ella, como fue esposado en el hospital, adonde llegó no en ambulancia, sino en coche patrulla. Así lo recuerda también el ya exmaquinista en el programa. En la segunda entrega de Salvados de esta temporada participan también algunas de las víctimas, que defienden que él no fue el único responsable y que existían intereses políticos y contratos muy importantes en juego. Recuerdan, como recoge la investigación, que el sistema de frenado automático ERTMS estaba desconectado en la flamante línea de alta velocidad tras dar fallos, precisamente en aquel tramo, a la entrada de Santiago. Además, la escasa señalización fue corregida y multiplicada tras la catástrofe.
El maquinista tendría que haber tomado la curva a 80 kilómetros por hora, pero la tomó a casi 200 porque perdió la noción espacial de dónde estaba al atender una llamada del interventor, que no debía haber realizado en aquel preciso momento ese otro trabajador del tren. Garzón sí tenía la obligación de atenderla, porque podía tratarse de una urgencia en un vagón, pero la conversación (nada crucial) se alargó de forma excesiva. Esta fue la justificación del accidente hasta que las investigaciones impulsadas, sobre todo, por las víctimas, hicieron hincapié en las carencias de la vía, las alertas de seguridad transmitidas por la plantilla y las erróneas decisiones de los mandos. Alguno de los supervivientes señala en Salvados que llegó a haber un pacto entre los grandes partidos para evitar manchar la imagen internacional de la Alta Velocidad española. Garzón y Cortabitarte siguen en libertad a la espera de que se resuelvan los 108 recursos contra la sentencia. El tribunal de Estrasburgo ―al que acudieron las víctimas― estudia aún la petición para una investigación independiente.
El maquinista asegura que aunque tiene “la conciencia tranquila” y no le da miedo la cárcel, siente “rabia, impotencia y desilusión”. Tenía costillas rotas tras el descarrilamiento, pero fue trasladado en coche policial al hospital de Santiago. “Me llevaron junto al delegado del Gobierno”, recuerda en Salvados. “Me quise agachar, por el dolor, y me gritaron que me sentara. Iba con la cabeza abajo, porque estaba jodido”, rememora. Nadie se preocupó por él y siempre estaba custodiado por agentes. Llegaron de visita los entonces príncipes de Asturias, y tampoco se pararon, comenta en su conversación en La Sexta: “Pasó el Rey… y la Reina, por delante y no… pasaron de largo. Que no, que nadie se preocupó de mí”, expresa. Así se dio cuenta de la posición en la que estaba, con todo el peso de los muertos y heridos sobre sus hombros: “Como un criminal, o sea, que era yo culpable, que era todo responsabilidad mía”. En el momento del arresto, él pidió a su madre que abandonara la habitación para que no tuviese que presenciar aquella escena. Poco después, Jorge Fernández Díaz, a la sazón ministro del Interior, anunció su detención a los medios.
No mucho tiempo después, en la construcción del relato oficial, salieron a la luz algunos audios internos de su conversación con la central tras el descarrilamiento. “Sacaron la grabación que ellos quisieron. Adif es el custodio de las grabaciones, no Renfe”. Garzón supone que el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias enviaría al Ministerio y “el Ministerio filtraría lo que le dio la gana”. El ferroviario lamenta que lo trataran como “un criminal” y defiende que es “una persona normal”, pero “marcada, no condicionada” por la tragedia protagonizada. “Sabes que siempre van a hablar de ti, una y otra vez”. “Es una muerte en vida”, y tras el juicio que revivió el dolor y abrió tantas heridas en las víctimas y los familiares de los muertos, solo busca “tranquilidad” para seguir adelante.
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