“Con el pontificado de Francisco ha terminado de verdad el siglo XX”, opina Alberto Melloni, historiador de la Iglesia, en conversación con este diario. Se abre una era muy incierta y compleja, en un mundo en rápida transformación en el que el difunto Papa ha ensayado la apertura de nuevos caminos, ha intentado reformar la Iglesia y por primera vez ha aportado una visión del sur del mundo. Ha primado los gestos, la atención social y pastoral, y ha dejado en segundo plano lo institucional y jurídico. Todo ello ha causado enormes tensiones internas, y también externas.
Francisco deja un legado complejo, con muchos cambios a medias que han creado una fuerte división interna. El cónclave debe elegir un sucesor a la altura de un mapa internacional explosivo
“Con el pontificado de Francisco ha terminado de verdad el siglo XX”, opina Alberto Melloni, historiador de la Iglesia, en conversación con este diario. Se abre una era muy incierta y compleja, en un mundo en rápida transformación en el que el difunto Papa ha ensayado la apertura de nuevos caminos, ha intentado reformar la Iglesia y por primera vez ha aportado una visión del sur del mundo. Ha primado los gestos, la atención social y pastoral, y ha dejado en segundo plano lo institucional y jurídico. Todo ello ha causado enormes tensiones internas, y también externas.
El gran dilema del cónclave ahora es hacia dónde ir, si seguir la huella de Francisco o corregir el rumbo, y quién será el encargado de hacerlo. A continuación, los temas candentes que están sobre la mesa.
Dónde vivir: la corte paralela de Santa Marta
Francisco marcó la primera gran fractura simbólica con la tradición al dejar el apartamento del palacio apostólico, donde siempre han vivido los papas, e instalarse en la residencia de Santa Marta, un edificio moderno construido por Juan Pablo II dentro del Vaticano para alojar a los clérigos de paso y, sobre todo, a los cardenales en el cónclave. Esto causó desconcierto, porque tenía algo de acusatorio a sus predecesores, como si hubieran vivido en el lujo.
Pero además de salir literalmente del castillo vaticano. Francisco salió de lo institucional, quiso ir más por libre, lo que significó crearse una corte paralela, más personal, ajena al control de la Secretaría de Estado. Sentó fatal en la curia. Es más, Francisco empezó pronto a hacer su propia agenda de encuentros, al margen de la Casa Pontificia, que no sabía bien a quién veía, quién entraba y quién salía. Tomaba decisiones por su cuenta, y la curia se enteraba luego. Santa Marta, de hecho, se ha convertido estos años para parte de la jerarquía en un símbolo negativo de un ecosistema propio, también de vicios y defectos que se achacan al Papa, como haberse rodeado a veces de personas poco adecuadas que elegía por instinto. Se hablaba con mala uva de que era un enclave sudamericano y se extendió la sensación de que se creaba amigos y enemigos, a veces alguien caía en desgracia, otros temían ser excluidos. “En Santa Marta hay un círculo mágico que decide todo”, protestó el cardenal Gerhard Ludwig Müller, uno de los líderes de la oposición conservadora en 2023.
Una de las primeras decisiones del nuevo Papa será ya una señal: ¿volverá al palacio o seguirá fuera? Regresar puede tener algo de restauración, pero quizá también pueda considerar que es una fórmula que ha dado problemas o era muy personal de Bergoglio, adecuada solo para él.
Operación de limpieza y reformas
Francisco fue elegido en una emergencia, porque un Papa, Benedicto XVI, había dimitido, abrumado por los problemas, y se esperaba de él que hiciera limpieza y pusiera orden. En las cuentas, en la burocracia vaticana, en el escándalo de la pederastia, lacras cronificadas del largo mandato de 27 años de Juan Pablo II. Llegó incluso empujado por un prejuicio antiVaticano y antiitaliano difuso entre los cardenales. Y desde luego fue enérgico, se lanzó a una auténtica guerra en varios frentes, porque además le gusta el factor sorpresa. En la calle se percibió ese espíritu revolucionario y en sus primeros meses apareció cerca del Vaticano un mural en el que aparecía dibujado como Supermán.
“Con Benedicto XVI, la mejor carta de un papado conservador, llegó un gran desorden, llegó a dimitir, y Francisco ha sido un Papa que ha tomado la dirección contraria, una gran figura de carácter abierto e inclusivo, pero hay la sensación de que muchos aspectos del gobierno han sido tratados de manera apresurada, ha habido un Gobierno de la Iglesia muy vertical, que ha sido un serio problema para el papado”, opina el historiador Melloni. En 2017 circuló ya un libro anónimo titulado El papa dictador.
Al principio, fue popular con decisiones anómalas y personales, ante un sistema anquilosado. Con el tiempo, muchos consideran que ha sido fuente de caos y chapuzas. Y empezó la resistencia y la rebelión interna, que también contribuyó a crear la sensación de que abría caminos pero no llegaba al final de ninguno. Creó un consejo de nueve cardenales, llamado C-9, para emprender grandes reformas, del que nunca se supo gran cosa. La reforma de la curia romana se reveló más lenta y difícil de lo previsto, tardó nueve años. Fue aprobada en marzo de 2022. Con un gobierno muy personal, desvirtuó la Secretaría de Estado e incluso la diplomacia perdió peso.
El caso de la pederastia también es significativo. Solo lo afrontó en serio a partir de 2018, tras el escándalo en Chile, conocer víctimas y comprobar que la información que le llegaba de los obispos estaba manipulada. Obligó a dimitir a toda la cúpula episcopal chilena, una decisión sin precedentes, radical. Pero que nunca volvió a repetirse, porque debería haber empezado a hacer lo mismo en varios países. Contra este escándalo ha aprobado nuevos reglamentos y ha tenido discursos impecables, pero luego cada obispo y cada orden ha seguido haciendo lo que le parecía.
La maquinaria vaticana también le ha seguido arrastrando los pies. “La idea ahora en el Vaticano es que este problema está encarrilado”, confía un prelado. Que está quedando atrás, aunque las que están quedando atrás en muchos casos son las víctimas, cansadas de esperar o que van falleciendo por la edad. El próximo pontífice puede acabar de enterrar el problema o afrontarlo de una vez por todas.
El toque humano y personal
Son innumerables las personas con las que el Papa hablaba por teléfono, sin filtros, cualquiera. Ha sido arrollador en el trato humano y en gestos muy efectivos a nivel popular. Volcó recursos y personal en los pobres, e incluso instaló duchas en la columnata de San Pedro para los sintecho. En 2019 envió a su limosnero, el cardenal Konrad Krajewski, a un edificio ocupado por 450 personas en el centro de Roma a pagar la deuda de 300.000 euros en facturas de la luz y el propio cardenal, con conocimientos de electricidad, hizo un apaño y restableció la corriente.
Ha sido un pontífice que se ha agachado a besar los pies de los jefes de las dos facciones rivales en Sudán del Sur, para que hicieran la paz, y ha lavado los pies de presidiarios e inmigrantes. Su última salida del Vaticano fue el Jueves Santo, a visitar a los presos de una cárcel de Roma. Ha recibido transexuales en el Vaticano. Para todos los pobres, marginados y necesitados a los que ha ayudado, y que lo han visto como un milagro, la pregunta ahora es si llegará otro igual, o Francisco ha sido un espejismo.
Números rojos y agujero en las pensiones
No se habla mucho de ello, pero uno de los grandes problemas del Vaticano es muy terrenal, como el de otros Estados: está en números rojos (83 millones de euros en el último balance) y no sabe cómo va a pagar las pensiones, el déficit de su fondo está en torno a los 650 millones. Las iglesias de cada país cada vez mandan menos dinero, también las más potentes como Estados Unidos y Alemania. “Ha habido un bajón, en principio se atribuyó a la covid, pero no se ha recuperado, es estructural”, admite un funcionario vaticano.
Sanear las cuentas era otra de las grandes prioridades de Francisco, que creó una secretaría para la Economía (SPE) y nombró al cardenal australiano George Pell como nuevo prefecto de Asuntos Económicos, con plenos poderes para hacer limpieza. Empezó a poner orden en las caóticas cuentas vaticanas, con nuevos mecanismos de control y ha limpiado el IOR, el banco vaticano de legendaria mala fama y sonados escándalos, por sus cuentas secretas donde ha blanqueado dinero hasta la mafia. Pero es una batalla durísima, cada departamento es independiente y difícil de controlar.
Pell tuvo que dejar el cargo en 2019 por acusaciones de abusos, de las que luego fue absuelto, pero ya advirtió de que tenía enemigos que se oponían a las reformas. La historia del primer revisor general nombrado en el Vaticano, Libero Milone, es significativa. Llegó en 2015 y duró dos años, en medio de conspiraciones internas, hasta que el Papa perdió la confianza en él. “Algunas personas se preocuparon de que fuera a descubrir algo que no debía ver. Nos estábamos acercando demasiado a informaciones que querían que siguieran secretas, y así hicieron un montaje para eliminarme”, dijo en 2019 al Financial Times. En 2020 el Papa aprobó una nueva ley sobre adjudicaciones de contratos en el Vaticano, uno de los filones más pantanosos de las corruptelas internas, e intervino la Fábrica de San Pedro, el ente que se ocupa de la basílica vaticana.
El Papa pidió austeridad y recortó los salarios de los cardenales tres veces en los últimos años. Pero todo el esfuerzo de imagen recibió un duro golpe cuando estalló un escándalo de los de toda la vida, que se llevó por delante al cardenal Becciu, uno de sus hombres de confianza. Era el número tres de la secretaria de Estado y acabó condenado por fraude por un tribunal vaticano, caso sin precedentes para dar ejemplo. Es para preguntarse si otro papa se atreverá a llevar al banquillo a un cardenal, algo que escandalizó a muchos de ellos. La gestión económica, en todo caso, sigue en discusión y su sucesor sigue teniendo este reto sobre la mesa.
Rebeliones internas y el temor a un cisma
El ímpetu reformador de Francisco pronto creó un amplio frente de descontentos. En 2015, a los dos años de su elección, ya había fuertes tensiones. A su teólogo de confianza, Víctor Manuel Fernández, que en 2017 sería de hecho el nuevo prefecto de Doctrina de la Fe, le preguntaron si en ese momento un cónclave habría vuelto a elegir a Bergoglio y contestó: “No sé, quizá no, pero ha ocurrido”. Un frente hostil surgió, pues algunas decisiones del Papa se veían erráticas y problemáticas en el sector conservador. El cardenal Gerhard Ludwig Müller, el prefecto de Doctrina de la Fe hasta 2017, se erigió como guardián de las esencias y cabeza visible de las críticas ante un Papa que veía con tendencia a ir por libre, que era jesuita y no europeo. El cardenal Gianfranco Ravasi dijo que tras un Papa latinoamericano-y eso que era de ascendencia europea- habría que volver a un papa occidental con rigor teológico y cultural que equilibrara el nacional-populismo de Bergoglio. Y es cierto que el Papa era enormemente popular, pero mucho en gran parte entre los no creyentes. Müller llegó a pedir al Papa que escuchara e hiciera caso a sus críticos sin desdeñarlos como “fariseos o gruñones”, porque existía el riesgo de una “dinámica cismática”.
Ha habido varias cartas muy duras de grupos de cardenales con objeciones teológicas al Papa sobre decisiones como permitir la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar, la bendición de parejas homosexuales, la sinodalidad y la posibilidad de ordenar mujeres. Pero el Papa dijo en 2019 a los periodistas: “No tengo miedo de los cismas. Es el pueblo de Dios el que salva de los cismas (…), los cismáticos se separan del pueblo y de la fe del pueblo de Dios. Los cismas siempre han sido elitarios, ideología separada de la doctrina”.
Sin embargo, al mismo tiempo, crecía el malestar en un frente progresista, liderado por la Iglesia alemana, que veía la ocasión de grandes cambios y apretaba el acelerador hacia el fin del celibato, el sacerdocio femenino, los matrimonios homosexuales. Incluso hasta acercarse a un cisma, pero por las razones opuestas.
Lo ocurrido en el sínodo de Amazonia de 2019 resume el clima: hubo un intento de introducir la novedad de curas casados, ante la escasez de sacerdotes en la selva y se armó un escándalo monumental. Apareció una carta firmada por un centenar de personalidades, no excesivamente relevantes, que exigía al Papa “arrepentirse públicamente” de varias decisiones y “pecados”. El Papa al final frenó ante las violentas tensiones internas, y también defraudó a los más progresistas, que consideran que al final los avances han sido tímidos, esperaban la revolución que habría prometido. Lo mismo ha pasado con el intento de aumentar la participación de mujeres y laicos en las decisiones de la Iglesia, la llamada sinodalidad, que para sus opositores es un fatal intento de democratizar la institución, dicho de forma despectiva.
El cardenal australiano George Pell, que fue uno de sus hombres de confianza y acabó enfrentado con él, escribió en 2022, antes de morir, un informe anónimo distribuido a los cardenales en el que describía el pontificado como “una catástrofe”. Ese sector intentará por todos los medios dar un volantazo en el cónclave. En todo caso, muchos moderados creen que tras el vendaval de Bergoglio hace falta un periodo sin estridencias, de estabilidad.
Un Papa que ha dado 277 entrevistas
Los papas casi nunca han dado entrevistas. Salvo casos ocasionales ―León XIII dio fue el primero en dar dos a finales del siglo XIX―, es Juan Pablo II quien comenzó a hacer a alguna muy breve, pero sobre todo introdujo las ruedas de prensa en el avión durante los viajes. En sus últimos años desaparecieron, dado su estado de salud, y volvieron con Benedicto XVI, que sufría mucho haciéndolas. Pero Francisco las ha gozado.
Las conversaciones en el avión, largas y sin filtros, han incomodado a veces en la curia porque a veces se metía en charcos o era demasiado coloquial. Pero la gran novedad de Bergoglio han sido las entrevistas: nada menos que 277, hablando de todo. La primera a un medio español fue a EL PAÍS, en 2017. También ha publicado una docena de libros fruto de conversaciones con periodistas. Se ha roto un tabú y la comunicación sin barreras parece irreversible, pero habrá que ver si su sucesor es tan locuaz o se modera más.
Un pontífice para la era de Trump y los populismos
Francisco chocó con Trump desde que llegó al poder en 2017, y ahora había vuelto a arremeter desde el primer momento contra él, condenando las deportaciones masivas de migrantes. Es un choque profundo, porque Bergoglio, desde una óptica del sur del mundo, no occidental, ha hecho una crítica radical al capitalismo y al modelo de consumo actual, a la depredación de los recursos del planeta y a la negación del cambio climático. Pero en EE UU se ha forjado estos años un mundo ultraconservador poderoso.
“En Estados Unidos hay un movimiento católico neotradicionalista, neoconservador, que tiene una fuerza propia, representada por J. D. Vance y todo ese trumpismo católico, y el cónclave es solo una etapa de un proyecto mucho más largo”, explica Massimo Faggioli, que acaba publicar en Italia el libro Da Dio a Trump. Crisi cattolica e politica americana (De Dios a Trump. Crisis católica y política americana). Cree que el mapa global ha cambiado y hay un desafío inédito para la Iglesia: “Lo nuevo que ha surgido con Francisco y que ha explotado ahora es que entre las diversas incógnitas en el tablero mundial está también Estados Unidos. Hubo un tiempo en que uno sabía más o menos lo que era Estados Unidos: democracia, poder blando, dominio global sobre la economía, alianza con Europa, con la OTAN, pero ahora es así. Vivo aquí desde hace 17 años y veo un país que está cambiando y ya no sabes si es una democracia o no. Y esto es una nueva incógnita para el cónclave respecto al siglo pasado”.
Además, 53 millones de católicos estadounidense tienen un arma decisiva: es el país que más dinero manda al Vaticano, un tercio del total que recibe. “El trumpismo está teniendo efectos profundos en la capacidad de la Iglesia para operar. El Vaticano necesita dinero, pero basta con mirar a Roma en los últimos años, donde ha ido a parar el dinero estratégico procedente de Estados Unidos: ciertas escuelas y universidades, ciertos think tanks, ciertos medios de comunicación. Tienen una idea de un proyecto católico conservador para las próximas décadas que ya está ahí”.
El sucesor de Francisco deberá decidir si mantiene un enfrentamiento abierto con Trump o una política más pragmática. Y lo mismo ocurre con el auge del populismo y la extrema derecha en Europa, entre partidos que se dicen cristianos y los auténticos defensores de la fe. “Necesitan un pegamento ideológico, porque no se puede mantener unido a ningún país o sociedad simplemente por el odio a los pobres, necesitan algo más que convierta la homofobia, el odio a la inmigración, la islamofobia, el antisemitismo, en características positivas. Y por eso la Iglesia es muy deseada, para que dé la bendición a algunas cosas”, opina Melloni. Estos movimientos esperan un Papa que sea lo opuesto de Bergoglio.
La ardua llegada de las mujeres en el Vaticano
Francisco ha sido el primer papa que ha hablado de “desmasculinizar« y ha intentado dar un primer impulso a la presencia de la mujer en las estructuras vaticanas, una batalla en la que ha encontrado una gran resistencia. Se ha movido con mucha cautela, y solo al final de su mandato ha impuesto sus dos mayores logros: una monja, Raffaella Pertini, al frente del gobierno de la Ciudad del Vaticano, con casi 2.000 empleados; y sobre todo, Simona Brambilla, otra religiosa, como jefa de un dicasterio, los ministerios de la Santa Sede, puesto que siempre ha ocupado un cardenal. Este último nombramiento ha revuelto al sector conservador.
Es un camino abierto, un mundo de posibilidades, que el nuevo pontífice puede continuar u olvidar. Del mismo modo, parece aún muy lejano llegar a la ordenación de mujeres, si el primer tímido intento de permitir que sean diáconos enseguida se frenó, por no estar “maduro”.
La importancia del nombre
Cómo decide llamarse un Papa es una decisión llena de connotaciones. Bergoglio eligió Francisco por su vida de pobreza y para los pobres. En este caso será muy significativo, en un cónclave que se debate entre seguir su camino o no: si, por ejemplo, su sucesor elige ser Francisco II estará todo clarísimo. Si cambia, otro nombre hará intuir otro programa.
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