Horas después del asesinato de Charlie Kirk, el popular comentarista y activista de ultraderecha favorito del trumpismo y amigo personal del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, la búsqueda continuaba para esclarecer quién fue el autor del tiro que le alcanzó en el cuello cuando contestaba preguntas de la audiencia en un acto al aire libre en la Universidad de Utah Valley. Y por qué le disparó.
La confusión sobre la posible captura de un sospechoso ha rodeado las primeras horas de la investigación
Horas después del asesinato de Charlie Kirk, el popular comentarista y activista de ultraderecha favorito del trumpismo y amigo personal del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, la búsqueda continuaba para esclarecer quién fue el autor del tiro que le alcanzó en el icuello cuando contestaba preguntas de la audiencia en un acto al aire libre en la universidad Utah Valley. Y por qué le disparó.
La muerte de Kirk, el carismático fundador del movimiento juvenil Turning Point USA, a quien Trump atribuye un gran papel en el significativo salto en el porcentaje de voto juvenil que obtuvo en las elecciones de noviembre, ha conmocionado al país, donde políticos del Partido Republicano en el poder y de la oposición demócrata han emitido mensajes de condolencia; la Cámara de Representantes ha guardado un minuto de silencio en su memoria; equipos de fútbol americano le han rendido homenaje antes de comenzar sus partidos.
Hasta el momento se desconoce cuál fue el motivo exacto del asesinato del activista de 31 años, casado y padre de dos hijos pequeños, antiabortista y defensor de la mano dura contra la inmigración. Pero en las diferentes reacciones, de un extremo al otro del arco ideológico, se daba por seguro que se trataba de un acto de violencia política. El gobernador de Utah, Spencer Cox, se ha apresurado a describirlo como un “asesinato político”. Otros llamaban a moderar la crispación cada vez más acentuada en la polarizada sociedad estadounidense: “la violencia política no tiene lugar en Estados Unidos. Debemos reflexionar sobre cómo podemos rebajar la ira y el odio que han envenenado nuestra política, y ser mejores ciudadanos en una nación dolida y dividida”, escribía en la red social X el congresista demócrata —y potencial candidato presidencial— Ro Khanna.
Si el motivo del asesinato se sospecha, mucho menos claro está quién ha sido el autor, a quien cuatro cuerpos de Policía distintos -el FBI, el Departamento de Seguridad estatal, la policía del condado y la policía universitaria- trataban de rastrear, en medio de una enorme confusión, y una sucesión de informaciones que se iban contradiciendo y enmendando, en algunos momentos en cuestión de pocos minutos.
Entre los escasos detalles que las autoridades han dado a conocer, está que el asesino actuó, al parecer, solo. “No tenemos información que nos lleve a creer que hubo una segunda persona implicada”, ha declarado el gobernador Cox, en una emotiva rueda de prensa. Algunos vídeos que se han divulgado en redes sobre los momentos inmediatamente después del disparo muestran lo que parece ser el posible autor del disparo: una persona corriendo a toda velocidad sobre el tejado de uno de los edificios frente a la carpa donde había estado hablando Kirk.
En un primer momento, la universidad de Utah Valley había llegado a informar de que un sospechoso había quedado detenido y se encontraba bajo custodia policial. Había disparado, según esta versión, desde lo alto de un edificio a unos 200 metros de donde en esos momentos hablaba Kirk, un entusiasta defensor de las armas de fuego, precisamente para contestar a una pregunta sobre tiroteos masivos en Estados Unidos. El arrestado, informaba una portavoz, no era ninguno de los estudiantes matriculados en esta universidad pública y de alumnado muy diverso.
Pero muy poco después, la Policía local desmentía que nadie hubiera resultado detenido. Unicamente una persona había quedado bajo custodia, por “obstrucción de la justicia”, pero había quedado rápidamente en libertad.
La Universidad corregía su declaración, y puntualizaba que la búsqueda continuaba. Primero, en las inmediaciones del campus. Después, ampliada a otras áreas.
Pasadas cerca de tres horas desde el disparo, era el director de la Agencia Federal de Investigaciones (FBI), Kash Patel, quien anunciaba en redes sociales que un “sujeto” había quedado bajo custodia como sospechoso del asesinato que ha causado escalofríos en toda la clase política estadounidense, sin aportar más detalles. “El sujeto para el horrible tiroteo que hoy se cobró la vida de Charlie Kirk se encuentra ahora bajo custodia. Gracias a las autoridades locales y estatales en Utah por su colaboración con el FBI”, indicaba el alto cargo.
Pero casi al mismo tiempo, en una rueda de prensa, el gobernador Cox y los jefes de Policía locales matizaban esa información. No se trataba exactamente de un sospechoso. Solo de una “persona de interés”, una expresión que puede referirse tanto a un posible sospechoso antes de que las investigaciones confirmen indicios contra él como a una persona que, simplemente, puede arrojar luz sobre algún aspecto de la investigación.
En este caso, parecía ser lo segundo. Dos horas más tarde, Patel proporcionaba una actualización en su cuenta en la red social X: el “sujeto bajo custodia” había quedado en libertad “tras un interrogatorio por parte de las fuerzas de mantenimiento de la ley”, explicaba, nuevamente sin aportar detalles. “Nuestra investigación continúa, y seguiremos divulgando información en aras de la transparencia”, agregaba el director del FBI.
En su rueda de prensa, el gobernador de Utah lanzaba un llamamiento directo al asesino aún por capturar: “a quien haya hecho esto: te encontraremos, te llevaremos a juicio y te haremos responder con el mayor rigor posible de la ley”.
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