Esta semana hemos vivido en el Congreso la derrota parlamentaria que ha sufrido la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, con su propuesta estrella de reducir la jornada laboral a 37,5 horas semanales. Si nos preguntan a los trabajadores que si nos parece bien que se trabajen menos horas cobrando lo mismo, lógicamente todos diríamos que sí. Y no solo eso, sino que yo estoy convencida de que, no tardando mucho, a medida que las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial avanzan, será posible producir lo mismo con menos horas trabajadas. Entonces, nos podemos preguntar, ¿por qué no ha habido unanimidad en el Congreso para apoyar esta medida? ¿Por qué incluso el recorte de jornada fue motivo de un duro enfrentamiento entre la parte socialista del Gobierno y la de Sumar que llevó a Yolanda Díaz hasta a llamar mala persona al titular de Economía, Carlos Cuerpo? Mi respuesta sería que hay muchas formas de llevar a cabo esta reducción que van más allá de una imposición legal, y la más eficiente, sin duda, es la negociación colectiva. De hecho, sin necesidad de esa imposición legal la mayoría de los trabajadores de nuestro país ya tienen establecidos en sus convenios jornadas inferiores a esas 40 horas semanales. Y uno podría preguntarse, ¿qué ocurre en el resto del mundo? ¿Hay fijadas por ley jornadas inferiores a las 40 horas? El país pionero de la reducción fue, sin duda, Francia, que desde 2000 tiene fijada por ley las 35 horas semanales, pero no fue precisamente un ejemplo a seguir. De hecho, la economía francesa tiene graves problemas de competitividad. Y la española no es precisamente un referente de economía productiva. Y la pregunta que nos hacemos es si las pequeñas empresas, los autónomos, las familias que tienen contratados a cuidadores pueden asumir el incremento de costes laborales que conlleva un recorte del 6% en la jornada. Los que puedan, sin duda, pueden acordarlo con sus trabajadores, y estoy segura de que lo hacen y de que lo harán. De hecho son muchas las empresas que ha cambio de moderación salarial apuestan por este tipo de medidas. De hecho en los convenios que se han firmado este año, la jornada media que se ha firmado está en 38,3 horas, muy por debajo de las 40 legales. Otra pregunta que yo me hago es si en las actuales circunstancias de la economía española nuestra prioridad es trabajar media hora menos al día, o deberíamos centrarnos en conseguir salarios más dignos, especialmente para los jóvenes, que cada vez se emancipan más tarde y que cada vez tienen menos hijos en muchos casos por las dificultades económicas a las que se enfrentan y por la dificultad en acceder a una vivienda.Es cierto que las nuevas generaciones valoran mucho más que los ‘boomers’ que su trabajo les deje tiempo libre para estar con familia o amigos, o para viajar, o los beneficios sociales que les da la empresa, como el gimnasio, o los días de teletrabajo. Pero no tengo claro que si a un joven con un sueldo bajo le ofrecieran entre trabajar menos o subirle el sueldo, no eligiera esta segunda opción. El Gobierno nos dice que no se trata de elegir… pero no nos engañemos, si a una pequeña empresa con ingresos ajustados le obligan a recortar la jornada, cuando además le han subido el salario mínimo, las cotizaciones… lo lógico es que destruya empleo, o si no recorta sueldos, modere las subidas. Las patronales han mostrado su alivio ante el veto de la medida, pero tienen ahora en sus manos la responsabilidad de abordar en negociación colectiva lo que sí es un problema en este momento en nuestro país, los bajos salarios. El primer examen lo tienen patronal y sindicatos en la renovación del Acuerdo de Negociación Colectiva (ANC) para los próximos tres años. Esta semana hemos vivido en el Congreso la derrota parlamentaria que ha sufrido la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, con su propuesta estrella de reducir la jornada laboral a 37,5 horas semanales. Si nos preguntan a los trabajadores que si nos parece bien que se trabajen menos horas cobrando lo mismo, lógicamente todos diríamos que sí. Y no solo eso, sino que yo estoy convencida de que, no tardando mucho, a medida que las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial avanzan, será posible producir lo mismo con menos horas trabajadas. Entonces, nos podemos preguntar, ¿por qué no ha habido unanimidad en el Congreso para apoyar esta medida? ¿Por qué incluso el recorte de jornada fue motivo de un duro enfrentamiento entre la parte socialista del Gobierno y la de Sumar que llevó a Yolanda Díaz hasta a llamar mala persona al titular de Economía, Carlos Cuerpo? Mi respuesta sería que hay muchas formas de llevar a cabo esta reducción que van más allá de una imposición legal, y la más eficiente, sin duda, es la negociación colectiva. De hecho, sin necesidad de esa imposición legal la mayoría de los trabajadores de nuestro país ya tienen establecidos en sus convenios jornadas inferiores a esas 40 horas semanales. Y uno podría preguntarse, ¿qué ocurre en el resto del mundo? ¿Hay fijadas por ley jornadas inferiores a las 40 horas? El país pionero de la reducción fue, sin duda, Francia, que desde 2000 tiene fijada por ley las 35 horas semanales, pero no fue precisamente un ejemplo a seguir. De hecho, la economía francesa tiene graves problemas de competitividad. Y la española no es precisamente un referente de economía productiva. Y la pregunta que nos hacemos es si las pequeñas empresas, los autónomos, las familias que tienen contratados a cuidadores pueden asumir el incremento de costes laborales que conlleva un recorte del 6% en la jornada. Los que puedan, sin duda, pueden acordarlo con sus trabajadores, y estoy segura de que lo hacen y de que lo harán. De hecho son muchas las empresas que ha cambio de moderación salarial apuestan por este tipo de medidas. De hecho en los convenios que se han firmado este año, la jornada media que se ha firmado está en 38,3 horas, muy por debajo de las 40 legales. Otra pregunta que yo me hago es si en las actuales circunstancias de la economía española nuestra prioridad es trabajar media hora menos al día, o deberíamos centrarnos en conseguir salarios más dignos, especialmente para los jóvenes, que cada vez se emancipan más tarde y que cada vez tienen menos hijos en muchos casos por las dificultades económicas a las que se enfrentan y por la dificultad en acceder a una vivienda.Es cierto que las nuevas generaciones valoran mucho más que los ‘boomers’ que su trabajo les deje tiempo libre para estar con familia o amigos, o para viajar, o los beneficios sociales que les da la empresa, como el gimnasio, o los días de teletrabajo. Pero no tengo claro que si a un joven con un sueldo bajo le ofrecieran entre trabajar menos o subirle el sueldo, no eligiera esta segunda opción. El Gobierno nos dice que no se trata de elegir… pero no nos engañemos, si a una pequeña empresa con ingresos ajustados le obligan a recortar la jornada, cuando además le han subido el salario mínimo, las cotizaciones… lo lógico es que destruya empleo, o si no recorta sueldos, modere las subidas. Las patronales han mostrado su alivio ante el veto de la medida, pero tienen ahora en sus manos la responsabilidad de abordar en negociación colectiva lo que sí es un problema en este momento en nuestro país, los bajos salarios. El primer examen lo tienen patronal y sindicatos en la renovación del Acuerdo de Negociación Colectiva (ANC) para los próximos tres años.
Por qué elegir, nos dirán. Y las grandes empresas multinacionales que ganan miles de millones podrán hacer ambas cosas, pero exigir por ley lo mismo a estas grandes firmas que al comerciante de la esquina no parece lo más razonable
Esta semana hemos vivido en el Congreso la derrota parlamentaria que ha sufrido la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, con su propuesta estrella de reducir la jornada laboral a 37,5 horas semanales. Si nos preguntan a los trabajadores que si nos parece bien … que se trabajen menos horas cobrando lo mismo, lógicamente todos diríamos que sí. Y no solo eso, sino que yo estoy convencida de que, no tardando mucho, a medida que las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial avanzan, será posible producir lo mismo con menos horas trabajadas. Entonces, nos podemos preguntar, ¿por qué no ha habido unanimidad en el Congreso para apoyar esta medida? ¿Por qué incluso el recorte de jornada fue motivo de un duro enfrentamiento entre la parte socialista del Gobierno y la de Sumar que llevó a Yolanda Díaz hasta a llamar mala persona al titular de Economía, Carlos Cuerpo? Mi respuesta sería que hay muchas formas de llevar a cabo esta reducción que van más allá de una imposición legal, y la más eficiente, sin duda, es la negociación colectiva. De hecho, sin necesidad de esa imposición legal la mayoría de los trabajadores de nuestro país ya tienen establecidos en sus convenios jornadas inferiores a esas 40 horas semanales.
Y uno podría preguntarse, ¿qué ocurre en el resto del mundo? ¿Hay fijadas por ley jornadas inferiores a las 40 horas? El país pionero de la reducción fue, sin duda, Francia, que desde 2000 tiene fijada por ley las 35 horas semanales, pero no fue precisamente un ejemplo a seguir. De hecho, la economía francesa tiene graves problemas de competitividad. Y la española no es precisamente un referente de economía productiva. Y la pregunta que nos hacemos es si las pequeñas empresas, los autónomos, las familias que tienen contratados a cuidadores pueden asumir el incremento de costes laborales que conlleva un recorte del 6% en la jornada. Los que puedan, sin duda, pueden acordarlo con sus trabajadores, y estoy segura de que lo hacen y de que lo harán. De hecho son muchas las empresas que ha cambio de moderación salarial apuestan por este tipo de medidas. De hecho en los convenios que se han firmado este año, la jornada media que se ha firmado está en 38,3 horas, muy por debajo de las 40 legales.
Otra pregunta que yo me hago es si en las actuales circunstancias de la economía española nuestra prioridad es trabajar media hora menos al día, o deberíamos centrarnos en conseguir salarios más dignos, especialmente para los jóvenes, que cada vez se emancipan más tarde y que cada vez tienen menos hijos en muchos casos por las dificultades económicas a las que se enfrentan y por la dificultad en acceder a una vivienda.
Es cierto que las nuevas generaciones valoran mucho más que los ‘boomers’ que su trabajo les deje tiempo libre para estar con familia o amigos, o para viajar, o los beneficios sociales que les da la empresa, como el gimnasio, o los días de teletrabajo. Pero no tengo claro que si a un joven con un sueldo bajo le ofrecieran entre trabajar menos o subirle el sueldo, no eligiera esta segunda opción. El Gobierno nos dice que no se trata de elegir… pero no nos engañemos, si a una pequeña empresa con ingresos ajustados le obligan a recortar la jornada, cuando además le han subido el salario mínimo, las cotizaciones… lo lógico es que destruya empleo, o si no recorta sueldos, modere las subidas.
Las patronales han mostrado su alivio ante el veto de la medida, pero tienen ahora en sus manos la responsabilidad de abordar en negociación colectiva lo que sí es un problema en este momento en nuestro país, los bajos salarios. El primer examen lo tienen patronal y sindicatos en la renovación del Acuerdo de Negociación Colectiva (ANC) para los próximos tres años.
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